8.22.2015

Solía doler.

Solía doler tanto
El aire de repente se volvía denso y mis pulmones no podían inhalar.
Mi cerebro se quedaba sin oxigeno y mis manos no podían reaccionar.
Solía sentirse como si la vida solo fuera así
Y cada que estaba lejos creía que la iba a perder.
Ellos siempre quisieron amoldar mi cuerpo, moldear a su manera mis caderas y mis brazos.
Pero mis venas siempre tuvieron otros planes, querían crecer y alcanzar el cielo; querían subir hasta volverse enredaderas en el firmamento.
Y mi mente vivía en las nubes, en aquel mundo no apto para terrenales, donde todo es posible y todo es eterno, donde las olas del mar nunca rompen y todo flota al caer.
Y mis piernas seguían otro rumbo; mi lugar estaba en la autopista, un lugar sin nombre, sin habitantes y sin edad. Mis piernas seguían senderos desconocidos, seguían montañas y desiertos, guiadas por la luz de las estrellas.
Siempre buscando la realización de mis más profundas fantasías, en busca de un lugar donde las luces de la ciudad fueran más brillantes y los senderos mucho más grandes.
Quizás ese es mi lugar.
Donde nada pertenece a nadie, y nadie pertenece a nada.
Mis caderas no se amoldarán a ningunas manos, mis venas no terminaran siendo lunares, mi mente no dejara de flotar, mis piernas no seguirán ningún camino, y mi corazón no se quedara jamás. 

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