1.02.2016

Pesadillas

Me desperté, jadeando. Pero estaba contenta, de tener miedo, de ser vulnerable, de sentir de nuevo. Llevaba varios días sin tener una emoción verdadera, que saliera de un rincón de mi corazón, de mi.
Necesitaba una luz que me guiara, un sendero que me acompañara hacía una casa, que acogiera mi corazón y me cubriera con una manta cuando las temperaturas descendieran, como una fogata que calentara mi cuerpo, con un cálido abrazo reconfortante.
La vida es tan relativa, puedes pasar tanto frío, sentirte inseguro y desconcertado, sobre la vida, sobre la existencia de algo más grande que nosotros. Pero no será así para siempre, no es cómo las cosas deben de ser. No existe un estado de la mente tan puro como la paz. No hay amor suficiente que te pueda hacer sentir así, por que cuando uno está nublado, no ve salidas ni encuentra senderos suficientes. Puedes perder la vida en la carretera el 31 de diciembre, sin haberlo planeado siquiera, sin que el pensamiento de dejar este mundo te pase por la cabeza al despertar; pero no hay que vivir como si fuera nuestro último día, ya que nadie nunca lo ha hecho antes. No hay que pensar que tenemos que disfrutar las cosas, sentirnos felices por banalidades, o cometer actos egoístas en nombre de "vivir la vida una sola vez". Simplemente tenemos que vivir el día a día, sentirnos mal, bien, regular, pero sentir de verdad, disfrutar los pequeños placeres que usualmente dejamos de lado, apreciar los instantes o de vez en cuando, disfrutar la sensación que nos produce simplemente.
La vida parece una búsqueda continua de la felicidad, pero cuanto más la buscamos, más deja de parecer alcanzable, se convierte en un sueño, una utopía. No debemos buscar la felicidad, debemos ser felices por cualquier tontería, y apreciar tener un alma, un corazón.
Así me desperté, jadeando, atrapada por el miedo. Pero emocionada, por un nuevo comienzo, por sentir de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

comentaa!! :) sii sii tuuuu!! <3